martes, 7 de agosto de 2012

LAS 27 HORAS DE XI'AN

Tecleo desde la ciudad de Xi'an, la amurallada, la árabe, la ciudad de los Guerreros de Terracota. La ciudad oriental de la Ruta de la Seda. Con la agradable sensación de haber mordido un buen pedazo de nuestra linea en el mapa, descansamos antes de ponernos de nuevo esta noche en marcha rumbo a Pekin. Esta vez lo haremos en camas blandas y solo son doce horitas de nada. Después del viaje de ayer parece cosa de niños.

A continuación transcribo algunos fragmentos que garabateé en mi bitácora sobre ese trayecto, en el que hemos cubierto casi 3.000 kilómetros, atravesando ríos, campos de maíz y una decena de centrales nucleares. "18.30: como si fuese una evacuación. Ha sido como esas escenas del Titanic, o de películas en las que la población entera colapsa las salidas de una ciudad desesperádamente y a la carrera, mientras un ejercito invasor va conquistando las calles de la otra punta. Carreras, empujones, uniformados voceando con megáfonos, viejos cargados como mulas que tropiezan a cada paso. Un caos, un sálvese quien pueda. Como si fuera el último tren. He temido perder a Gabri entre el gentío que nos arrastraba dando tumbos por el anden de la estación. Pero lo hemos conseguido. Viajamos en un vagón que no es de ganado porque no hay paja en el suelo. Al parecer conseguimos los últimos dos billetes, los mas baratos. No tenemos derecho a cama, solo a un banco duro y a una minúscula mesita de madera. Mis piernas golpean las del tipo que viaja enfrente. Y las de Gabri.. baste decir que mide el doble que yo... Cuatro camaradas han empezado una partida de una especie de brisca china, creo que acabaremos jugando. Mientras, recorre los pasillos un señor con un carrito que ofrece viveres y papel higiénico. Con este panorama, nos quedan por delante 27 horas de viaje.


20.15: matamos el tiempo jugando a adivinar el personaje. Solo salen tipos graciosos que nos hemos cruzado en este viaje. También tomamos una cerveza y vemos "Amanece que no es poco" en el Ipad de Gabri. A nuestro alrededor todo son caras de asombro al ver el aparato, y hasta el revisor se asoma por encima de nuestros hombros para ver alguna escena.

 22.00: llega la hora de la cena. Es un festival de sonidos, sorbos, eructos y olores. La gente prepara noodles prefabricados con agua caliente que se dispensa al fondo del vagón. Hago lo propio, pese a que hay un viejo tumbado junto al grifo, que me lanza una mirada como de opio. Se divierte el pasaje enseñándonos a comer los noodles. Debemos parecerles seres ridículos, como si viniese un chino a España y no supiera prepararse un bocadillo de chorizo, imagino. Los fideos pican como avispas y me conformo con probarlos. Gabri perjura contra su sabor pero se clava hasta el ultimo. A mi me basta con media salchicha fría e insípida de pollastre que despacho a dentelladas.



00.00: el chino calvo que viaja frente a Gabri nos convida a unos cuellos de pato que trae en una bolsa de plástico. Comen a todas horas, sin horarios. Los cuellos pican también, y hay que tener cuidado con las vertebrillas. Yo las separo sobre un pañuelo de papel y ellos las guardan en la mano antes de tirarlas diréctamente al suelo. Recuerda Gabri la historia de un emigrante español que, tras una visita a casa, regresaba a Alemania con una cabeza de cerdo asada. Esto es España en los años cincuenta. Los colegas sacan mas cervezas calientes. A uno que tiene los dientes mellados se le cae una lata en mitad del pasillo, y esta revienta poniéndolo todo perdido. Ríen de nuevo todos. El suelo se ha convertido en un barrizal de líquidos, huesecillos, pipas y desperdicios. Al cabo de un rato pasa el revisor con una escoba de paja cagándose en la madre que parió a todos los que viajamos en este vagon. No sera la ultima vez que lo haga. Y a la gente le da igual.



4.10: oscuridad. No se si hemos dormido cuatro horas o cinco minutos. Las sucesivas posturas que intento buscar para conciliar el sueño son a cada cual mas inc'omodas y acabo por desvelarme: cabeza sobre mesa, cabeza sobre ventana, cabeza sobre hombro de Gabri... Siento que me sobra la testa y casi desearía que me decapitasen en un cadalso de la Ciudad Prohibida. Zas! y a descansar. Estoy medio soñando. Gabri ronca con sus piernas entrelazadas con las de Mordisquitos y Gusiluz, los apodos que hemos dado a nuestros simpáticos compañeros de viaje. Mis rodillas también rozan las de Wo, asi me dijo que se llamaba. Sus pelillos ralos me hacen cosquillas, pero hace rato que la dentera dejo paso a la aceptación. La clave para sobrevivir a esto es hacer de tripas corazón.

Que hora es ya? Las 4.25. Faltan apenas 17 horas. 5.00: necesito ir a mear. Me levanto a duras penas y -sorteando cabezas humanas que yacen en el pasillo-, alcanzo los lavabos. Ahorrar'e al lector el disgusto de contemplar una imagen del lugar. Baste decir que un sitio así debe de dar cosica incluso a la bacteria del cólera: un sumidero en medio y una escoba de paja empapada que empieza a fermentar, componen la desagradable escena. El hedor es insoportable, asi que meo y huyo antes de desmayarme. De regreso al asiento, otra vez me cruzo cabezas tiradas, ronquidos secos, miradas derrotadas y caras de tedio. Gabri esta en mi sitio. Me acomodo como puedo en su hombro. "Vaya puto cuadro", susurra mi compañero entre dientes. "Ni Salvador Dalí pinta algo tan surrealista", añado. Y nos reímos. Nos reímos nerviosos, agotados, sucios, contagiando con nuestras carcajadas a algunos de nuestros compadres chinos. Pensaran ustedes que estamos colgados. No les falta razón. Pero sarna con gusto no pica. Y esto es absolutamente genial. Y ya faltan 20 minutos menos".

2 comentarios:

  1. Sencillamente genial!!!!! No veas lo que me he reido mikel... Un abrazo!!!!!

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  2. Un gusto leeros, pareja! Ya me contó mi primo de vuestras aventuras... Que vaya genial la experiencia. Creo que hay que ser muy zen para superar esas kilometradas eh...
    Un abrazo!

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