viernes, 10 de agosto de 2012

Más allá de la Muralla

Los veo allí abajo, en la lejanía. En lo más profundo del valle. Permanecen alineados en formación, preparados para el ataque. Uniformes, armaduras, pertrechos, lanzas, arcos, antorchas, espadas y escudos. Comandantes, oficiales, soldados de infantería. Caballos. Los veo en su posición amenazadora y siento lástima. Pueden venir los que quieran. Se detendrán inevitablemente. No pasará ni uno.

Oteo el horizonte desde una de las almenas de la Gran Muralla China. Ocupo un metro de los 21.400 kilómetros que mide esta obra colosal que los emperadores fueron construyendo según se movían las fronteras de sus dominios, a lo largo de 21 siglos.

Un millón de soldados custodian la frontera encaramados a estas piedras. Diez millones murieron levantándolas y ahora yacen bajo ella. Los guerreros esperan el ataque en silencio. Tensos, pero confiados. No solo un muro de siete metros los separa del enemigo. Barrancos, peñascos, inviolables bosques, agrestes cumbres... Se convierten en aliados para la defensa.

Definitivamente, las hordas bárbaras no pasarán.
...

Un momento, ¿cuánto tiempo ha transcurrido? Por todos los dioses, ¿Qué ha ocurrido? ¡Debí de quedarme dormido! ¡Los bárbaros han pasado! ¡Han pasado! Los veo recorrer la muralla a sus anchas, portan extraños uniformes y armas nunca vistas, con las que disparan una y otra vez a discreción fulgores demoníacos.

Algunos ríen, otros observan indiferentes el paisaje empapados en sudor. Son extraños, no parecen agresivos pero sí insaciables. No puedo entender su lengua. ¿Y dónde están los soldados de guardia? ¿Dónde han ido los orgullosos guerreros del Emperador?

Veo a uno, lo recuerdo. Pero cuesta reconocerle... Ha sido despojado de sus armas y su coraza... Y habla la lengua bárbara con los invasores. "Guater, chu yuan. Coca Cola, faiv yuan".

Perdieron la batalla. Pasó el enemigo. Son soldados derrotados. Como lo son los Guerreros de Terracota. Nada dijo de esto el emperador cuando juraron defender la patria con el precio de la vida. Ahora es otra la función de la muralla. Es otra la misión de los guerreros de Terracota: alimentar a los bárbaros. Al monstruo insaciable que es el turismo. Que consume cuanto toca....

Pero me consuela pensar que les queda un as en la manga. Lo percibo en la media sonrisa de algunos de ellos. Cada día, esperan pacientes la llegada de la noche.

Es entonces, en la oscuridad y el silencio de las montañas, cuando vuelve el ardor guerrero a sus corazas huecas. Resuenan sus botas en la piedra al grito rasgado de "¡Firmes! ¡Preparados para la defensa!". Relinchan los caballos, se tensan las cuerdas de los arcos y silban los filos de las espadas al ser desenvainadas. Prestos, se disponen a plantar cara al enemigo. Pues no en vano saben que es quizás su última batalla antes de que nazca de nuevo el sol.

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Hoy nos despedimos de Pekín, ciudad a la que sin duda añoraremos. Tras atravesar la muralla rumbo al noreste, entraremos mañana en el desierto del Gobi, en tierras bárbaras. Pero son estos los bárbaros genuinos, los de Genghis Khan. En Mongolia no habrá muchos ejemplares de los otros. Lo comprobaremos luego de 30 horas de tren... Adiós China.

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